Padre, padrecito amado

Padre, padrecito amado, protégenos en todo momento y lugar, es muy dura la vida para el que no tiene fe, para el que no siente amor.

En este devenir angustioso que supone la encarnación de mis hermanos yo te pido humildemente que cada uno de ellos comience a sentir en su pulso y en su latir la verdadera vida espiritual.

Que mis hermanos aprendan a amarte de la manera más sencilla y armoniosa.

No tiene la flor pretensión alguna, pero en su eclosión hace gala de su color, su perfume, su suavidad. La rondan abejas libadoras del néctar y los picaflores con sus largos picos le extraen distintos y variados jugos, la brisa mueve suavemente su tallo y la mirada humana se posa agradecida en ella. Así, el pensamiento elevado es una flor espiritual que ignora cuánto bien llega a hacer en la ronda espiritual a sus hermanos pensamientos. Cada mente humana es una planta dadora de flor y fruto, cuanto más elevada es mejor son sus flores y frutos, la onda de expansión es cada vez más amplia, el aura fluídica de cada hermano se refleja en un arcoiris de voluntad y buenaventura, el círculo luminoso se cierra con un agradecimiento al Padre de la Creación.

Padrecito amado, posa tu mirada compasiva en mis niños descalzos y hambrientos, en sus manitas pedigüeñas y vacías de pan y caricias.

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