Mesa de tres patas inolvidable
en la que mi madre hacía sus rezos,
parecían dulces malabares
pero era una concepción del universo,
por su redonda superficie pasaban
humildes leñadores y príncipes olvidados,
sus mensajes finamente cincelados
con golpes suaves y murmullos aceptados
por la divina persona que sin saberlo
hacia conexiones y sacaba del letargo
a tanto espíritu dormido
que creían para siempre estar perdidos
y una viejecita de parlar suave
los rescataba del olvido
y los reintegraba a la vida del infinito.