Hay una ley desde la Creación del Universo, la ley de Causa y Efecto, llamada KARMA en las religiones orientales, esta ley es encontrada en todos los sentimientos, pensamientos y hechos del hombre. Nosotros en la Tierra, aquí y ahora, vemos un solo lado de nuestra vida. De nuestra encarnación actual, leemos noticias escalofriantes, sabemos de hambres y miserias, de luchas y enfermedades, cuando no podemos encontrar la justificación de algo decimos: “es el karma”. Nos estamos refiriendo a que determinado dolor o espina que se nos clava en el corazón es merecida, pero no logramos saber el porque. Cambien un golpe de suerte o una solución inesperada al problema que nos agobia es un ramalazo del recóndito Karma: una buena acción del pasado viene a redundar en una ayuda del presente pero ¿cual pasado?.
Nuestra alma vive, no una, sino muchas veces y si ahora carecemos de algo, como amor o dinero, o salud o inteligencia ¿no sera que los tuvimos a todos esos dones por doquier y no los supimos agradecer y repartir entre nuestros semejantes?

Las almas de los que mueren, sean niños o ancianos o jóvenes no van al Infierno o al Purgatorio o al Paraíso para siempre: tienen todas otras miles de oportunidades para completar el maravilloso cuadro del vivir. No debemos despreciar ningún segundo de nuestra vida, debemos confiar en Dios Padre Creador y en Jesús El Cristo, que nos harán ver la diferencia entre el sufrir para progresar y el vivir sin comprender.
Los pájaros cantan al alba,
yo canto al amanecer
ellos cantan porque saben
yo canto para aprender.
La alegría como el amor tienen que acompañar al latido de nuestro corazón. Dios Padre siempre nos recibe y nos ama ¿no le parece?
